Imagino cuando llegue la noche del 31 de diciembre del año 2020 y estemos a minutos de pasar al 2021, el año que se va será recordado en forma muy especial. Traerá a la memoria sentimientos encontrados en cuanto a su evaluación. Para algunos será un año para el olvido, triste y que solo trajo calamidad, para otros será un año que permitió ver y aprender más sobre las conductas y comportamientos de las personas en una situación inédita para la era moderna, digital y globalizada y que mostró nuevos caminos. Para todos será recordado como un año donde millones de personas fallecieron a causa Covid-19 y que produjo un profundo cambio de comportamiento en la sociedad.
Desde la mirada de la innovación; un desafío de innovación abierta mundial. Un año en que los gobiernos, la sociedad civil y sector privado de todos los países del mundo se unieron para combatir este minúsculo y destructivo virus que se globalizó y en pocos meses confinó a miles de millones de personas a sus casas. Esta unión de fuerzas es la que finalmente permitió disminuir la curva de contagio y esperamos que pronto la tan ansiada vacuna esté disponible.
Lo anterior me lleva a la reflexión que titula esta columna, en el entendido que para abordar un desafío tan superior, es fundamental tener un cambio de conducta, lo que nos lleva a la primera “c”. No es posible pensar en que esto se resuelve sin una visión compartida que permita abrir conversaciones y buscar soluciones colaborativas. Es fundamental cambiar la conducta y la mirada sobre los problemas, desde un sólo ángulo a un espacio abierto y participativo, donde todos los implicados hagan su aporte.
El cambio conductual, nos lleva entonces a la segunda “c” que es la confianza. Confiar implica validar al otro y reconocerle que sus capacidades y competencias pueden aportar a la solución y generar opciones diferentes para enfrentar el desafío a resolver. Tenemos que confiar en las autoridades, que sin tener una receta para la solución de la pandemia, buscan maneras de evitar que esto se propague y sigan muriendo personas. Los líderes de las empresas tienen que confiar en sus equipos que estarán haciendo su mejor esfuerzo, desde casa, para mantener la operación de la empresa y sobrevivir a la recesión económica. Recuperar la confianza es fundamental para co-crear nuevas oportunidades. Esto nos lleva a la tercera “c”. La colaboración.
Colaborar implica entregar, ser generoso y actuar en consecuencia para que sea posible abordar el desafío. La búsqueda de la sinergia para aumentar el potencial de la solución crece en la medida que no solo compartimos visiones, sino que también nos disponemos a la acción. Esto nos conduce al resultado deseado, nuestra cuarta “c”. El conocimiento.
La generación de conocimiento nuevo es un imperativo cuando nos enfrentamos a desafíos que imponen incertidumbre. La incertidumbre es el estado de la persona que hace imposible preveer lo que viene y por lo tanto, pronosticar resultados. Es entonces, el aprendizaje de conocimiento nuevo, el que nos ayuda a ver oportunidades y caminos no explorados para alcanzar una solución satisfactoria.
Este recorrido desde el cambio conductual hasta el conocimiento, es un proceso que pone en el centro a las personas, algo que esta pandemia nos ha recordado con fuerza y crueldad, pero que sin duda es fundamental y lo más importante. Creo que los mayores desafíos de la humanidad es precisamente cuidar nuestra humanidad y no olvidar que todo lo que hacemos debe ser para el bienestar colectivo de las personas.
Hacer innovación requiere convicción, hacer innovación abierta, requiere coraje para cambiar las conductas individualistas, confiar en el otro, colaborar y compartir el conocimiento para el bien social.