En los últimos años el ecosistema emprendedor ha experimentado una transformación profunda, impulsada por tecnologías disruptivas, una renovada conciencia social y ambiental y el surgimiento de nuevos modelos de negocio basados en propósito.
En este contexto, el acompañamiento de un mentor ha pasado de ser un valor agregado a una herramienta estratégica. Lejos de ser un privilegio reservado a grandes corporaciones la mentoría efectiva se ha consolidado como un catalizador esencial para startups y emprendedores en sus primeras etapas de desarrollo.
La figura del mentor no busca entregar soluciones directas sino generar las condiciones para que el emprendedor clarifique su propósito, ordene prioridades y acelere sus aprendizajes. Su aporte consiste en ofrecer perspectiva, compartir experiencia acumulada y espacialmente formular preguntas que estimulen el pensamiento crítico. En tiempos donde la inmediatez y la presión por escalar dominan la agenda emprendedora, la mentoría estratégica invita a una pausa reflexiva, necesaria para construir sobre bases sólidas y sostenibles.
En mi rol como mentor y director de empresas, he sido testigo de cómo este acompañamiento puede transformar no solo el rumbo de un emprendimiento, sino la calidad del liderazgo que lo sostiene. El mentor no impone ni dirige, sino que acompaña, desafía y amplifica. Genera una transferencia de capital relacional y estratégico que es difícil de obtener en otros espacios.
En un mundo donde el conocimiento técnico está al alcance de un clic y las herramientas evolucionan vertiginosamente, la experiencia compartida se transforma en uno de los activos más valiosos y escasos. Por eso, mi invitación a los emprendedores es concreta: rodearse de mentores que desafíen su visión, potencien sus capacidades y aporten desde la experiencia vivida, con propósito y compromiso.