Uno de los principales retos que enfrentan hoy los países de todo el mundo es el desarrollo y puesta en marcha de una política de innovación, entendida como la capacidad de destinar recursos a generar innovación, implementar un plan global de trabajo, contar con acciones que incentiven su presencia en el sector privado, y al mismo tiempo, generar un entorno institucional que permita el crecimiento y aceleración de nuevos negocios.
Es un reto que no todos han sorteado con éxito. De acuerdo al ranking de innovación de Bloomberg de 2021, Corea del Sur, Singapur y Suiza encabezan la lista y se caracterizan por ser naciones con alto gasto en investigación y desarrollo, capacidad de manufactura y concentración de empresas públicas de alta tecnología. Chile en cambio, ocupa el puesto 54, descendiendo tres puntos respecto de su ubicación en 2020. ¿Qué podemos hacer para contar con una política de innovación más potente en Chile?
Una propuesta interesante es la que ofrece la economista y autora del libro “El estado emprendedor”, Mariana Mazzucato. Ella plantea que la innovación es un proceso colectivo y con un alto grado de incertidumbre. Éste último factor le quita atractivo a ojos del sector privado, quienes buscan resultados rápidos de crecimiento. Es justamente aquí donde el Estado cumple un rol fundamental, siendo parte activa de la ecuación estimulando las condiciones necesarias para el surgimiento de conocimiento avanzado el cual pueda ser transformable y “empaquetable” en productos o servicios por el sector privado.
Los estados también pueden estimular las condiciones para que el sector privado pueda conectar con la academia y la ciudadanía, formando alianzas estratégicas y colaborar para generar nuevas dinámicas y empresas con foco en la innovación. Es lo que propone Mazzucato como un cambio de parámetro entre el tradicional debate del Estado versus el sector privado como actores en constante desacuerdo por una relación simbiótica donde ambas partes puedan trabajar en conjunto y así resultar beneficiadas.
Por ejemplo, algunas maneras de hacerlo son a través del financiamiento de incentivos para el desarrollo de nuevos negocios que cuenten con soluciones amigables con la energía y el medio ambiente, o la generación de mayores oportunidades para proyectos con estrategias sustentables. También es clave impulsar la competitividad a través de la innovación, la investigación y el conocimiento; apoyar a las startups y emprendimientos que busquen generar un cambio en la forma de entregar ofertas y servicios. Promover líneas productivas que entreguen mayor sofisticación a nuestra economía, estimular la I+D desde el periodo de formación escolar, y a posterior, contar con campo laboral suficiente para retener a los talentos que se están formando en las universidades, etc.
Sabemos que el valor productivo de un país se puede medir por su capacidad para convertir el conocimiento en innovación, y que los bienes/servicios a los que estamos habituados se pueden mejorar generando cambios y reinventando procesos que optimicen la cadena productiva creando nuevos modelos y paradigmas. El talento está, ahora falta la cultura de apoyo que dé como resultado nuevas generaciones de innovadores e innovadoras. Estamos en un momento propicio para potenciar industrias e instancias que decanten en nuevos negocios que marquen un nuevo camino, el cual, ojalá, sea continuo respecto a nuevas maneras de mirar y concebir el desarrollo.
Fuente: Diario estrategia
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