Urge en la industria minera una modernización integral y una reorientación de sus métodos.
Hace pocos días se dio a conocer un estudio de S&P Global que alerta sobre el “cortocircuito” que puede generar el aumento mundial de la demanda de cobre en la ruta hacia la transición energética en los próximos años.
El reporte El futuro del cobre: ¿La brecha de suministro que se avecina hará cortocircuito con la transición energética?, plantea que la demanda de este metal se duplicará en la próxima década, pasando de 25 millones de toneladas métricas en la actualidad, a unos 53 millones de toneladas para 2050, lo que implica una cifra más alta que todo el cobre consumido en el mundo entre 1900 y 2021.
Entre las razones que impulsan este crecimiento está el rápido despliegue y a gran escala de tecnologías como los vehículos eléctricos, la infraestructura de carga, la energía solar fotovoltaica, la eólica y las baterías, entre otras.
El gran problema de todo esto, es que producir más cobre de la manera tradicional que conocemos implica un conflicto con el desafío de lograr las cero emisiones para 2050 y así detener los graves efectos de la crisis climática.
Deberemos innovar como país para proteger el planeta y dar abasto con el requerimiento de metal que necesitarán los países para echar a andar múltiples iniciativas. Por eso, en los últimos años, son cada vez más las voces que promueven la idea de entregar un valor extra a nuestras materias primas y commodities (por ejemplo, el modelo industrial de “integración hacia atrás”), y destinar más recursos a I+D+i+e para sofisticar nuestra matriz productiva.
El escenario ideal que vislumbramos es comenzar a trabajar cuanto antes en cómo entregar un valor extra al cobre que exportamos para hacerlo más competitivo, verde y sustentable, atributos que son los que justamente se requieren hoy. Es una tendencia que se está dando a nivel global y de la que aún no tomamos plena conciencia.
Si a esto le sumamos la demanda mundial de litio, que se estima que llegará a 1,79 millones de toneladas anuales para el año 2030, impulsada principalmente por aplicaciones de electromovilidad, queda aún más clara la ventana que tiene nuestro país para capitalizar la disponibilidad de estos recursos y dar un gran salto hacia adelante.
Lo que más urge ahora en la industria minera es una modernización integral en su
estructura y también una reorientación de sus métodos, oportunidades y desafíos de cara a las siguientes décadas. Estamos viendo avances en los últimos años, pero se necesita aceleramiento, cohesión y metas claras para asumir el liderazgo y evitar que otros países tomen la delantera.
Para que Chile pueda destacar, es fundamental trabajar en el desarrollo de una industria económica de bienes y servicios que se base no sólo en la gestión operativa, sino también en el conocimiento, la ciencia, la innovación y la tecnología con un enfoque integral y multidisciplinario.
Tal como plantean los expertos, el desafío para todos los participantes en la transición energética consiste en gestionar iniciativas y prioridades en esta nueva era de la demanda de cobre que logren conciliar la demanda necesaria con principios sustentables.
Angel Morales
Director Ejecutivo UDD Ventures
Fuente: Forbes Chile