Investigación realizada por Icare, Start-UP Chile y CLA Consulting, estableció que los emprendimientos tecnológicos poseen un Índice de Capacidad adaptativa (ICA) de 67,9, muy por sobre el 48,8 de las grandes y más clásicas compañías.En la práctica esto implica que las startups se consideran más participativas y orientadas hacia los clientes o el mercado.
Reveladoras conclusiones fue las que entregó el primer Estudio de Capacidad Adaptativa realizado por Icare, Start-Up Chile y CLA Consulting, realizado entre los meses de julio y agosto de este año, el cual midió la adaptabilidad al cambio que tienen los diferentes tipos de compañías, pasando desde una pyme, una startup, y por supuesto, las grandes y más tradicionales empresas.
En ese sentido, según el Índice de Capacidad Adaptativa (ICA), las startups presentan un índice de 67,9 en una escala del 0 al 100. Las empresas tradicionales pequeñas tienen un ICA de 61,7 y las tradicionales grandes un 48,8. En términos simples, esto significa que las startups se consideran más participativas y orientadas hacia los clientes o el mercado, a diferencia de las grandes, donde las personas encuestadas aún perciben importantes desafíos para entender el contexto y adaptarse en este tipo de organizaciones.
Otro dato interesante es que un 52,6% de los dueños, socios, directores o fundadores que fueron encuestados, perciben a su organización como innovadora. Sin embargo, este número cae abruptamente al preguntarles a subgerentes, entre los cuales el porcentaje llega a solo un 26,8%, mientras que en jefes, coordinadores y supervisores, esa cifra alcanza un 28,8%.
El estudio también midió cuáles son las industrias con mayor capacidad adaptativa, y en este ítem lideró el de Asesorías y Servicios con un ICA de 63,9, seguida de Tecnología (61,5), Salud (57,7), Retail (56,6), y Banca y Finanzas (56,4). Por el lado contrario, las empresas que muestran un menor ICA, son las del rubro de Construcción e Inmobiliarias (48,8), Manufactura (45,9), y Servicio Público (37).
Para calibrar este estudio se midieron 13 variables, siendo la de Responsabilidad Compartida la que posee mayor capacidad adaptativa (ICA 64,1), lo implica que los encuestados perciben que en sus organizaciones la colaboración se practica como un valor organizacional importante.
En la otra cara de la moneda, la variable experimentación fue la segunda con peor resultado, ya que existe una percepción relativamente generalizada de que la estrategia organizacional se enfoca prioritariamente hacia la obtención de logros y metas, más que en estar experimentando continua y rápidamente para generar nuevos productos y servicios.
Aquí, un 55,9% de los encuestados pertenecientes a empresas tradicionales grandes considera que la estrategia se enfoca hacia logros y solo un 13,3% hacia la experimentación, lo opuesto a las startup, donde un 51,9% de las personas pertenecientes a ella, plantea que hay mayor foco en la experimentación.
En cuanto a la flexibilidad, un 61,5% de los encuestados que pertenecen a empresas tradicionales pequeñas considera que la estructura organizacional de sus empresas lleva a que exista la autonomía suficiente para realizar el trabajo de manera flexible y ágil. Este número se mantiene muy similar para el caso de las startups (59,6%). Sin embargo, al hacer un foco en empresas tradicionales grandes, el porcentaje cae abruptamente, ya que solo un 35,7% considera que se vive la flexibilidad en el día a día.
Por último, en relación a la apertura a la discrepancia, un 82,7% de los dueños, socios, directores y fundadores creen que en sus organizaciones se promueve la expresión de distintos puntos de vista y se valora la discusión, y sólo un 33,3% de los subgerentes lo perciben así. Además, mientras que un 89,4% de los encuestados pertenecientes a startups perciben que se pueden expresar distintos puntos de vista, solo un 50,6% de los encuestados de empresas tradicionales grandes lo ven así.
Lorenzo Gazmuri, presidente de Icare, recalcó que este estudio confirma que los nuevos liderazgos al interior de las empresas deben centrarse en las personas, ya que a su juicio, “son la fuente de recursos para transformarlas en compañías más amables, humanas, adaptables y formadoras. En el actual escenario mundial y nacional donde nos enfrentamos a una crisis sanitaria y económica, en medio de escenarios impredecibles, la capacidad de adaptación pasa a ser un elemento fundamental de las empresas y es una de las características inherentes al quehacer empresarial”.
Respecto a la brecha que existe entre startups, y empresas tradicionales, Gazmuri, cree que estas últimas tienen aún un importante espacio de mejora: “Su capacidad de adaptarse a la crisis sanitaria muestra que ese potencial está y es necesario avanzar en transformarlo en cultura”.
Por su parte, Juan Carlos Eichholz, socio fundador de CLA Consulting, dijo que “toda organización debería plantearse seria y conscientemente aumentar su capacidad adaptativa, porque es ella la que le permitirá evolucionar de manera constante en un contexto de cambios desafiantes y acelerados. Es esta capacidad, de hecho, la que explica hoy la ventaja competitiva que una empresa pueda tener sobre otra y el mejor predictor de su desempeño de mediano plazo”.
Quien también se refirió a la importancia de este estudio, fue el vicepresidente Ejecutivo de Corfo, Pablo Terrazas, quien destacó que dicha investigación deja una oportunidad para analizar las fortalezas y debilidades de las empresas: “El estudio nos muestra que las diferencias en la capacidad adaptativa de las distintas empresas chilenas, es a la vez una oportunidad para seguir contribuyendo a la competitividad y diversificación productiva del país, a través del fomento a la inversión y fortaleciendo del capital humano, que nos permita alcanzar el desarrollo sostenible y territorialmente equilibrado”.
Fuente: La Tercera