Hoy, como región tenemos una enorme oportunidad para fortalecer esta industria. Si en el año 2000, Estados Unidos lideraba la inversión global de Venture Capital con un 80%, hacia 2019 se inclinó la balanza y bajó a un 53%, permitiendo la entrada de nuevos actores en el mercado, según Draper Cygnus. Pero en Latinoamérica aún estamos al debe.
Día a día, son más las startups que están naciendo en todo el mundo para cubrir una necesidad existente en el mercado. Algunas pueden tener un éxito meteórico y transformarse en unicornios. Otras, pueden subsistir en el largo plazo con un crecimiento más lento. Sin embargo, la gran mayoría de ellas, 1 de cada 3 según estudios globales, puede fracasar y dejar de existir a los pocos años.
La razón es que una startups es per sé una empresa de alto riesgo. No podemos saber en sus fases iniciales sí le irá bien o no. Muchas veces las ideas son innovadoras, disruptivas y únicas, pero se necesita mucho más que eso para que éstas se concreten y generen valor en el tiempo. Lo primero y fundamental es el financiamiento para que el negocio pueda desarrollarse, y aquí el acceso a la inversión ángel en una primera etapa, y al venture capital en una etapa posterior.
Lo que hace el venture capital es entregar recursos económicos a nuevas empresas que no tienen un historial que muestre certezas sobre su rendimiento futuro. El negocio de los venture capital es a largo plazo, ya que esperan obtener rentabilidad a partir del desempeño de estas startups en 5 o 10 años más, sabiendo siempre que no todas las empresas que componen su portafolio lograrán el objetivo.
Además, y tal como ocurre en las inversiones personales, es importante diversificar los fondos y no enfocarse en un único posible “ganador”. Así se fomenta también la diversidad y la entrada de más actores en la industria. Esta estrategia es la que ha convertido a la aceleradora de negocios “Y Combinator” en una de las más reconocidas a nivel mundial: ellos no predicen cuál fundador de startup va a destacar por sobre el resto, sino que cuentan con un portafolio amplio de empresas, le otorgan financiamiento cada una de ellas durante un periodo de tiempo específico y luego evalúan cuáles merecen seguir en el fondo.
Hoy, como región tenemos una enorme oportunidad para fortalecer esta industria. Si en el año 2000, Estados Unidos lideraba la inversión global de Venture Capital con un 80%, hacia 2019 se inclinó la balanza y bajó a un 53%, permitiendo la entrada de nuevos actores en el mercado, según Draper Cygnus. Pero en Latinoamérica aún estamos al debe.
Si comparamos con otros países la inversión en Venture Capital como porcentaje del PIB, somos los más débiles. Mientras que en la región la inversión de Venture Capital representa apenas un 0,09%, en Europa es de 0,11%, en India un 0,34% y EEUU lidera con un 0,62%. A su vez, hemos visto en distintos medios de comunicación que el alza de tasas de interés internacional están impactando en los flujos de inversión de riesgo, y muchas startups están recortando gastos para prepararse para lo que viene. Creo que es justamente aquí donde surgen oportunidades como la incursión del Venture Debt, y el resurgimiento de las redes de inversionistas ángel.
En nuestro caso desde UDD Ventures hemos creado Red Ángeles UDD para justamente favorecer la irrupción de más emprendimientos en el mercado, y promoviendo el desarrollo de talento joven. Por eso, es importante que las redes de ángeles (y también los venture capital existentes) aumenten su presencia en Latam, se fortalezcan y transformen constantemente sus prácticas.
Angel Morales
Director Ejecutivo UDD Ventures
Publicado en Poder y Liderazgo