Nuestro país necesita contar con una economía que no dependa únicamente de la extracción y exportación de materias primas, sino que además identifique nuestras ventajas comparativas
Atrás parecen haber quedado los tiempos en que Chile registraba tasas de crecimiento superiores al 5%. Según datos del Banco Central, en 2012 el Producto Interno Bruto (PIB) del país creció un 5,6% gracias al impulso de la demanda interna, mientras que en 2010 se alcanzó un 5,2% y un positivo 6,0% en 2011. En la actualidad, el panorama es muy diferente: De acuerdo con la OCDE, el PIB sólo aumentaría en rangos del 1%, en 2023 se prevé una contracción del 0,5% y recién en los 12 meses siguientes se espera un repunte gradual.
La economía nacional enfrenta un difícil momento que se debe a varias razones, tanto internacionales como locales. La inflación acumulada en 2022 es de 12,5% y aunque se avizora una moderación en los próximos meses, seguirá siendo alta el próximo año. Ante este panorama, es fundamental que Chile cuente con una estrategia para hacer frente a estos pronósticos.
Retomar las tasas de 5% de crecimiento del PIB anual requiere poner foco en tres ámbitos. En primer lugar, la generación de políticas industriales que permitan mejorar la productividad de las pymes. Este punto es un componente esencial de cualquier estrategia de desarrollo sostenible, porque se enfoca en reducir la brecha tecnológica entre los países desarrollados y en vías de desarrollo, orientar los procesos de innovación y difusión de tecnología. Nuestro país necesita contar con una economía que no dependa únicamente de la extracción y exportación de materias primas, sino que además identifique nuestras ventajas comparativas y amplíe la producción hacia bienes y servicios que tienen el potencial de ser rentables y así diversificar nuestra matriz para volvernos más competitivos.
En segundo lugar, es muy importante establecer mecanismos que le den mayor profundidad al mercado local de inversión de riesgo. En 2021, la inversión de capital de riesgo en nuestro país alcanzó la cifra récord de casi US $3.000 millones, más de 20 veces el promedio de inversión anual de los últimos años. Pero el ecosistema de emprendimiento no se compone únicamente de empresas startups/scaleups, que son las que acaparan los grandes montos de inversión, sino de muchas otras que requieren de recursos durante su fase temprana de desarrollo. En el caso de las scale ups, empresas que ya cuentan con cierta trayectoria y rentabilidad gracias a un producto o servicio maduro, se necesitan políticas y programas de apoyo económico que fomenten el desarrollo de negocios innovadores y entreguen capital de riesgo a industrias que el sistema financiero tradicional no aborda.
En tercer lugar, urge aumentar y revertir la proporción de inversión público-privada en I+D. Según los datos recolectados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, el Estado continúa siendo la principal fuente de financiamiento en Investigación y Desarrollo y recién en los últimos años las empresas, instituciones privadas sin fines de lucro e instituciones de educación superior han tomado conciencia de la relevancia de este factor. Sin embargo, hay un elemento adicional que se suma a los 3 puntos tratados anteriormente, y este tiene relación con mejorar profundamente los estándares educativos desde etapa preescolar hasta educación superior para poder competir a nivel global.
Los últimos años han sido afectados por contingencias mundiales y locales que forzaron cambios en las industrias y han exigido mayor flexibilidad por parte de las economías de todo el mundo. Esperamos que este 2023 comience en Chile un camino de recuperación, de inversión, pero debemos ser conscientes de que este no se creará por sí sólo, necesitamos de iniciativas que funcionen como punto de partida para impulsar este gran objetivo.
Publicado en El Mostrador