Hagamos un ejercicio más: imaginemos que de la noche a la mañana nos quedáramos imposibilitados de seguir explotando minerales en el norte, ¿cuál sería nuestro próximo producto estrella? ¿Pasará con el litio lo mismo que con el cobre? Claramente esto no se trata solo de aumentar el porcentaje del PIB invertido en I+D sino que también tiene que ver con una transformación cultural del país, para volvernos buenos en áreas donde nunca antes exploramos trabajar.
Actualmente la economía de Chile se basa en gran medida en los recursos naturales. Si hablamos de cobre, se estima que una de cada cuatro toneladas de cobre que se producen en el mundo se extrae en faenas chilenas. El mineral es indispensable en los procesos de transmisión de energía, por algo se ha convertido en el principal producto chileno y el pasado año 2018 concentró cerca del 50% de las exportaciones. A eso sumemos que Chile tiene un tercio de las reservas del mundo y, según proyecciones, se podría seguir explotando el mineral a la misma velocidad al menos treinta años más. Es decir, en el futuro inmediato no está en peligro esta industria, pero el cobre no será eterno y es necesario visualizar ese vacío como una oportunidad. ¿Qué haremos cuando llegue ese momento?
Aquí es donde comienzan las oportunidades. ¿Por qué no potenciar a los talentos locales en el desarrollo de tecnología, procesos productivos, e inteligencia de negocios en industrias donde tengamos ventajas globales? Hoy la realidad es que los talentos nacionales que salen al extranjero a doctorarse finalmente se quedan fuera de Chile al ver la falta de oportunidades laborales. Al parecer es más cómodo extraer que procesar. Entendiendo esto, me pregunto con preocupación, ¿será este el momento de hacer un doble clic en la matriz productiva actual y explorar nuevas oportunidades de desarrollo?
Estas reflexiones nacen luego de los intensos días que hemos vivido como sociedad. Estamos en un momento en que es necesario repensar las cosas, entonces repensemos también hacia dónde enfocaremos nuestros esfuerzos productivos.
Hagamos un ejercicio más: imaginemos que de la noche a la mañana nos quedáramos imposibilitados de seguir explotando minerales en el norte, ¿cuál sería nuestro próximo producto estrella? ¿Pasará con el litio lo mismo que con el cobre? Claramente esto no se trata solo de aumentar el porcentaje del PIB invertido en I+D sino que también tiene que ver con una transformación cultural del país, para volvernos buenos en áreas donde nunca antes exploramos trabajar.
Tenemos una gran oportunidad en nuestras manos, no perdamos la opción de desarrollar sistemas y procesos que nos lleven a ser un país desarrollado y sustentable, en donde aprovechemos a nuestros talentos nacionales antes que emigren a otras economías que ya hicieron esta reflexión. Innovar en nuestra matriz productiva para que no solo dependamos de la variable consumo y pasemos a ser una economía más compleja, más robusta y más incidente en el mundo.