En una línea recta es imposible pasar del punto A al punto D, sin antes pasar por B y C. Estas reflexiones básicas son determinantes al momento de tomar una decisión. Incluso en estos días donde la tecnología pareciera que lo puede solucionar todo.
Este 2020 ha sido complejo por todas las consecuencias que a nivel humano ha significado el coronavirus. Será recordado en los libros de historia como un periodo negro en la época moderna, pero en el mundo de la innovación, los acelerados ritmos de trabajo o la generación de propuestas en tiempo récord son terreno conocido.
El sentido de urgencia al cual ha estado sometida la humanidad para enfrentar la pandemia generó el nacimiento de proyectos auspiciosos, la creación de nuevas tecnologías y propuestas alternativas las cuales gozaron de un espacio obligado de análisis. La transformación digital tuvo el impulso obligatorio para poder facilitar el día a día de las personas, pero para poder sacar el máximo provecho de este impulso, y poder utilizar todo su potencial, es necesario ‘reiniciar’ la cabeza. Trabajar en la adopción de un nuevo mindset o estado mental el cual permita comenzar de cero, sin contaminación externa, sin ‘mañas’. Un formateo mental es necesario antes de comenzar cualquier tipo de transformación.
En este sentido el cambio cultural en una organización supone un ejercicio de gran abstracción, de voluntad propia, y tener la mente abierta para adquirir nuevo conocimiento. Es tarea de los líderes de cada organización el fomentar y generar estas dinámicas estratégicas que separarán una empresa común de una organización sólida y vanguardista. No se pueden realizar implementaciones de manera exitosa si no se cambia la cultura organizacional de un equipo o incluso de una nación.
Es necesario poder generar una transformación cultural (hábitos y conductas) profunda que nos permita como país aprovechar este período de crisis para salir fortalecidos. Será clave reemplazar los sistemas legados y reemplazarlos por nuevos “artefactos” y lógicas mentales con el propósito de volvernos una ciudadanía más ágil, productiva y ética. No se saca nada con tener la tecnología de última generación, maquinarias o software desarrollado si no existe una cultura que preceda al equipo que utilizará estas herramientas. Es letra muerta.
Creo que es muy relevante generar instancias de cambio y formación en las organizaciones para entender el valor, lo práctico, las posibilidades que entregan ciertos procesos ágiles, el potencial de las herramientas digitales, pero sobre todo, el enorme poder de una organización que cuenta con un propósito y mentalidad de crecimiento.
Columna publicada en Diario Sustentable
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